Lee Cosas que los nietos deberían saber de Mark Everett simplemente porque es un buen libro

DSC_0449Mark Oliver Everett, el autor de la autobiografía Lo que los nietos deberían saber, es un tipo guai. Algunos podrían decir que es un poco friki, con un puntito asocial, pero a mí me cae bien. Me cae tan bien que me encantaría formar parte de su lista de locas y que Eels (nombre de su grupo) me convirtiera en canción tanto como María en coulant de chocolate.

Desde la primera frase sabía que la autobiografía de Mark no me iba a decepcionar. Comenzaré con una breve descripción de su cuadro familiar, atento. El padre de Mark fue un reconocido físico estadounidense. Fue el primero en proponer la teoría de los universos paralelos en la física cuántica. Era una especie de genio. Un friki, vamos. Un friki que apenas se comunicaba con su familia. Su madre era una mujer­-niña de esas que están a lo suyo, de las que se dedican a sus cosas y no prestan demasiada atención a sus hijos (ni a nada). De esas mujeres-­niña que tan pronto están felices, como de repente y sin saber por qué, rompen en llanto mientras pasan la aspiradora. Su hermana mayor, Elisabeth, era una rubia guapa, divertida y alocada con tendencias suicidas y aficionada a la música. Para que te hagas una idea, Neil Young era uno de sus canta autores favoritos. Al parecer la chica era un imán para los tíos cabrones y las drogas. Describo a los miembros de la familia de Mark en pasado porque, desgraciadamente, los pierde a todos. A su padre le da un infarto, su hermana consigue quitarse la vida definitivamente y su madre muere de cáncer. La escena en la que Mark describe cómo muere su padre sin él enterarse, cómo se lo encuentra sin vida, vestido en la cama y cómo los médicos se llevan su cadáver en una bolsa negra, es brutal. Thomas Mann dijo que “los pensamientos profundos deben hacernos sonreír” y te prometo que con Cosas que los nietos deberían saber te sorprenderás sonriendo más de una de vez. Como en el momento en el que Everett le regala una peluca verde punki a su madre para ir a quimioterapia.

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Pero lo bueno de este libro es que, a pesar del drama, no es melodrámatico. No es un llanto rencoroso y plañidero por las injusticias de la vida. No, es más bien todo lo contrario. Desde el principio Mark avisa: su situación es mala, horrible, pero él no devora ni ama el melodrama, ni propio ni ajeno. Aunque odio los libros de autoayuda he de reconocer que, como bien explica Rodrigo Fresán en el prólogo, Cosas que los nietos deberían saber es un libro de autoayuda sin querer ayudar a nadie. El mejor libro de autoayuda. Ante las situaciones difíciles hay dos salidas: encerrarse dentro de uno mismo, dar rienda suelta a la pena y al rencor, o salir adelante con fuerza. El arte en cualquiera de sus formas ayuda muchas veces ello. Justo eso es lo que hace Mark, apoyarse en la música para sacar algo bueno de entre tanta mierda. Y lo mejor de todo es que lo consigue. “Me propuse hacer algo bueno en este mundo, lo mejor que pudiese, y ese es el único objetivo”, explica en este libro. “Los peores momentos han desembocado en lo mejor”. Es como si un bonito y triste optimismo le saliese de las entrañas. Al final de un párrafo llega a vomitar de forma tajante “cada día es cada día y punto”. Su forma de narrar es sencilla, clara y directa, como sus canciones. El autor de este libro se siente cómodo entre la ironía, los contrastes y las paradojas.

Al revés que Bob Dylan, Mark no tiene ni idea de por qué escribe canciones. “Bob Dylan dijo una vez que ya de joven era consciente en secreto de su destino. Me gustaría poder decir lo mismo, pero nunca lo fui. Nunca. Lo único que sentía era desesperación y un total y absoluto desconcierto…”, confiesa. “No tenía ni idea de qué cojones estaba haciendo, y si lo hacía era solo por no saber qué otra cosa hacer. La música era lo único que me apasionaba, y era una pasión que cada día se hacía más fuerte. Pero no tenía ni idea de qué podía salir de ella.” Resultó salir una mezcla explosiva, algo estupendo, sin duda. Algunos lo clasifican como rock alternativo. Yo no tengo ni idea, pero me suena genial.

En la letra de las canciones y la música de Eels se huele el sufrimiento y la soledad de Everett, aunque también reflejan momentos de felicidad. Tienen el poder de transportarte a un mundo, a veces con un filtro oscuro, otras con uno luminoso, en el que las cosas no van del todo bien, pero en el que siempre queda algo de esperanza.

Antes de prestármelo, la persona que me recomendó este libro me explicó muy bien dónde residía su valor: “Los buenos libros tanto de música, como de deporte, son aquellos que puedes leer sin entender nada ni de música ni de deporte.” Y es verdad. No hace falta que hayas escuchado Eels para entender este libro, pero te recomiendo que lo hagas. Mr. E’s Beatiful Blues me enamoró.

Tienes que leer Cosas que los nietos debería saber simplemente porque es bueno. Es un libro de esos que cuando acabas de leerlo te recuerda que todavía existen cosas buenas en el mundo y que vale la pena luchar por lo que te gusta.

 

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